Pórticos detectores de metales en un liceo municipalizado de Huechuraba propuso la alcaldesa de esa comuna Carolina Plaza. El motivo: alumnos y apoderados, apoyados por algunos de los profesores del mencionado establecimiento, habrían denunciado que estudiantes portan armas cortopunzantes que utilizarían para amedrentar a sus pares o agredirse mutuamente.
La medida, ampliamente utilizada en Estados Unidos de Norteamérica desde hace décadas, reduciría los índices de hostigamiento escolar o “bulling”, y evitaría que hechos de violencia se reproduzcan en las escuelas chilenas.
Por cierto que la mayoría de los medios de comunicación, en particular los eternos matinales de televisión, reprodujeron las palabras de la edil, adornando la nota con profusas y repetidas imágenes de jóvenes golpeándose mutuamente al interior de colegios o en sus alrededores. Todas escuelas o liceos municipalizados o particular subvencionados.
En ningún caso, los conductores de programas matinales en televisión hicieron un paralelo, por ejemplo, con la paliza recibida por un estudiante del tradicional Colegio de los Sagrados Corazones de Viña del Mar, hecho que conmocionó aún más a la opinión pública debido a que el abuso, que casi le cuesta la vida a la víctima, se produjo durante un rito denominado “totemización” entre boy scouts de ese plantel.
En ese contexto, hubo quienes fueron un paso más allá y plantearon que guardias armados debían resguardar la “integridad física de educandos y docentes”, al más estilo gringo, sin profundizar en que pese a la aplicación de esas restricciones en el país del norte, así como la pena de muerte en algunos de sus estados, más de 2 millones de personas repletan las cárceles norteamericanas y, cada cierto tiempo, adolescentes cometen masacres en universidades y escuelas.
Durante una entrevista a una apoderada del primer liceo de Chile que podría contar con los detectores de metales, si es que los deseos de Plaza se cumplen, ésta señaló “mejor deberíamos tener detectores de mentiras para algunos políticos y alcaldesas, pues fue la misma Carolina Plaza, en 2005, quien realizó un viaje a Europa falsificando documentos y utilizando fondos públicos, en forma de viáticos, para darse un gustito y pasear a costa de recursos fiscales”.
La enojada señora fustigó a Carolina Plaza y al ex alcalde de Recoleta, Gonzalo Cornejo; a la concejala Valentina Egert y otras personas, todas vinculadas a la Udi, y que efectuaron el periplo a París, Barcelona y otras ciudades del viejo continente en una fecha que, además, coincidió con feriado en España, razón por la cual difícilmente podría haberse tratado de un viaje de trabajo o estudio, tal como lo justificaron los alegres viajeros.
Lo anterior –para que la desmemoria no nos engulla del todo- terminó en tribunales y en la Contraloría, y los involucrados, pese a intentar defenderse mediante diversos resquicios legales, debieron reembolsar el dinero que, dicho sea de paso, Carolina Plaza afirmó en su momento, había sido donado por una fundación alemana también vinculada a la Udi, a la ex Colonia Dignidad y a la dictadura.
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