La Concertación, una vez más, da muestras de su miopía al realizar un encuentro destinado -según la versión oficial de sus voceros- a analizar la reconstrucción del país tras el cataclismo de febrero pasado. El cónclave, que reunirá a los mismos partidos, apellidos y rostros de hace más de medio siglo, no traerá nada nuevo bajo el brazo pero sí, probablemente, mucho bajo el poncho: cuchillos afilados intraconcertacionistas; amuletos anti Piñera y estrategias varias para mantener una que otra parcelita de poder serán la tónica del día.
Aún mareados tras el knockout electoral, los "líderes" -exentos de liderazgo y credibilidad- continúan viviendo en su propia burbuja alejados de "la gente"; sin escuchar las demandas populares que durante años reclamaban salarios justos, mayor equidad, verdad y justicia, educación y vivienda dignas, jubilaciones acordes al siglo 21 y un sinnúmero de aspiraciones que acabaron en frustración y rabia y se tradujeron en apatía, voto nulo o simplemente desidia.
Encerrados dentro de cuatro paredes, los partidos del conglomerado que llevó las riendas del país por dos décadas debatirán de todo menos cómo cooperar en forma práctica con la verdadera reconstrucción: aquella que va en directo beneficio de quienes perdieron no sólo la fe en las autoridades y representantes en el Parlamento y los sucesivos gobiernos, sino también a seres queridos, casas, escuelas, hospitales, empleo.
Es que quienes gobernaron sin contratiempos por tantos años, y se traspasaban la banda presidencial como entre un club de amigos, repartiéndose, además, cargos públicos bien rentados cual botín de guerra, sin hacer bien la pega, perdieron hace mucho el contacto con la realidad del país y jamás escucharon al pueblo, tal como prometieron Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet. Prueba de lo anterior es que, en días recientes, parlamentarios concertacionistas rasgaban vestiduras durante la votación en la Cámara de Diputados para lograr que el aeropuerto internacional de Pudahuel cambiara su nombre al de Pablo Neruda. Perdieron por 6 votos. Cabe preguntarse si quienes veían las noticias respecto de esa votación, ateridos de frío bajo una carpa, cesantes o enfermos, habrán comprendido la “urgencia” de ese debate parlamentario. Por cierto que los concertacionistas dirán que hace años se planteó ese cambio de nombre, y que la derecha ha saboteado cada intento por borrar del historial el nombre del comodoro Merino Benítez y remplazarlo por el del vate pero ¿habrá comprendido "la gente"?.
Previo al mencionado cónclave, en su edición dominical, El Mercurio ofreció sendas páginas a los dirigentes de los partidos que integran la desintegrada Concertación, quienes no sienten ni un ápice de verguenza no solamente por aparecer en el diario de Agustín -que normalmente los trabajadores no leen- sino porque, además, nada nuevo aportaron a un debate aún inexistente respecto del recambio generacional, de estrategias y liderazgos que tanta falta hace a una parte del país.
Si los ex gobernantes quisieran realmente refundar la Concertación -idea que sólo a ellos, como interesados directos, importa- debiesen comenzar por impedir la entrada al cónclave a muchos de los suyos que se enriquecieron en el poder; que no aportaron nada o muy poco al desarrollo de Chile; que defraudaron, hurtaron y obtuvieron jugosas ganancias a cambio de poca entrega y esfuerzo; que lisa y llanamente saquearon las arcas fiscales y facilitaron ese robo haciendo entrar por la ventana a parientes y amigos para que ayudaran con el ilícito. De adoptarse esa medida, al cónclave le faltaría quórum.
Seguramente habrá una declaración oficial de los supuestos "acuerdos" alcanzados en esta mini cumbre de políticos criollos, en la cual se resaltará lo logrado durante los 4 gobiernos concertacionistas y se añadirán palabras de buena crianza para con el gobierno de Piñera. Paralelamente con ello, se prometerá ayudar a los más afectados por el terremoto y posterior tsunami, mientras que Soledad Alvear y Michelle Bachelet serán elevadas a un pedestal junto a la ex vocera Carolina Tohá, cuya mirada está clavada en las fricciones internas de su partido, el PPD, y en las elecciones de 2014, donde pretende ser candidata única.
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