Tal como en las vitrinas de aquellos negocios antiguos o bazares, la estrategia del gobierno de Piñera será entremezclar casos de personas que, por distintas razones, ameritarían un amnistía de acuerdo al llamado “indulto bicentenario”. Así pasan piola ante el país y justifican los indultos, apelando al “empate moral” impuesto en tiempos concertacionistas.
Nombres de militares y ex militares o policías; curas, empresarios, ciudadanos juzgados y encarcelados por motivos políticos o razones económicas, fraudes, estafas u otros ilícitos serán presentados ante la opinión pública.
Según el presidente de la República, se excluirá a reos que cumplan condena por narcotráfico, y se está a la espera de las “recomendaciones” de la iglesia católica antes de adoptar una decisión.
En ese sentido, no sería extraño que Piñera, arrinconado por la Udi y la llamada “familia militar”, libere a ex torturadores y violadores de derechos humanos, así estaría cumpliendo algunos de los compromisos adquiridos en reunión a puertas cerradas, durante la campaña, con la fundación pinochetista.
En cuanto a las acusaciones de abusos deshonestos - ¿cuáles serán los abusos honestos?, me pregunto- por parte de sacerdotes, es muy probable que casos como el de Karadima, queden en la impunidad, al “no haber pruebas suficientes”, escudándose en el secreto de confesión del cura o esgrimiendo leguleyadas como esa de distinguir si los abusados tenían 14, 19 o 24 años. ¡¿Qué carajo importa?!, digo yo, pues no estamos hablando de un hijo de vecino cualquiera que utilizó sexualmente a un menor, adolescente o adulto, sino que de los mismísimos representantes de una iglesia oficial, poderosa; que dicta cátedra respecto de la honestidad, el buen comportamiento. Que inculca –a sangre y fuego antes- “valores éticos y morales”. Que fustiga a la mujer y la ha obligado, por siglos, a obedecer, aguantar prácticamente todas las aberraciones posibles debido al pecado de nacer mujer. Que discrimina en forma feroz las opciones sexuales que se aparten de las que dicta el clero aunque al interior de conventos, parroquias, iglesias, catedrales y monasterios, así como en orfelinatos y escuelas pertenecientes al Vaticano, desde la era Borgia y antes, inclusive, las relaciones sexuales, consensuadas o no, han sido el telón de fondo de esa religión.
Hace algunas horas, Fernando Karadima, sacerdote “ejemplar, casi un santo”, a decir de la feligresía facistoide e hipócrita que acude a la parroquia de El Bosque, entre quienes destacan el alcalde Ossandón, de Puente Alto; dirigentes de la Udi y de Renovación Nacional, militares en servicio activo y en retiro y miembros del acual gabinete del gobierno de Sebastián Piñera, declaró ante el ministro que lleva la causa. Entre cafecitos, galletitas y agua mineral y una que otra interrupción, pues al pederasta de sotana le subía la presión, el cura dio su versión de los hechos, declarándose “total y absolutamente inocente de todos los cargos”.
Apoyado por integrantes de Acción Católica, institución fundamentalista de extrema derecha, afines al actual Papa y a lo más reaccionario del catolicismo nacional, Karadima optó por guardar silencio ante Armendáriz, juez que le interrogó por espacio de 5 horas, según El Mercurio, medio de comunicación coludido para echar tierra a esa y otras acusaciones contra personeros de su entorno ideológico.
No sería extraño que Karadima muera a causa de alguna enfermedad, o envenenado por los suyos, para evitar un juicio. Ya sucedió antes con otro Papa en Roma.
Ahora que se acerca septiembre y toda esa parafernalia patriotera, Piñera y su gobierno no dudará en aumentar “aguinaldos” y darle duro a las ramadas, las cuecas y el asado, para que la ciudadanía esté desprevenida y embobada cuando criminales de toda laya recuperen su libertado resulten absueltos.
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