miércoles, 6 de mayo de 2009

Pandemia y desconfianza mundial: parece no haber cura

¡Pandemia!
La mera palabra causó estragos en muchos países. Las economías mundiales, ya afectadas por una crisis surgida de la especulación y la avaricia de la banca mundial y empresarios inescrupulosos -algunos de los cuales hoy, en Chile, pretenden ocupar el sillón de La Moneda- acusaron el golpe, y millones de trabajadores y trabajadoras se vieron en la calle, endeudados y con un incierto futuro. México, en donde habría surgido el fenómeno, prácticamente paralizó su vida normal en ciudades sobrepobladas, con cierre de estadios, templos e iglesias, y las mascarillas de protección cubren los rasgos de una raza que desde los tiempos de Hernán Cortés y la Malinche, ha sabido lidiar con todo tipo de fatalidades, a tal punto que la muerte es parte de la vida azteca.
En puertos y aeropuertos, fronteras y límites se refuerza la vigilancia, y miles de turistas son repatriados desde Cancún y otras doradas arenas para huir de una amenaza que, en 3 ocasiones durante el siglo XX, asoló a la humanidad, con millones de pérdidas en vidas humanas.
Los gobiernos adoptan medidas, más o menos tardías, mientras la autoridad sanitaria mundial, la Organización Mundial de la Salud, eleva a cinco el nivel de alerta. Esta misma entidad entrega recomendaciones básicas para evitar una propagación del contagio que, según un médico-parlamentario chileno, podría matar a 100 mil compatriotas en los próximos meses. Entre esos consejos, huir de besos y abrazos, contacto físico y cercanía, serían factores clave para no sucumbir a la ex gripe porcina, hoy rebautizada como AH1N1, para no complicar la industria cárnea. Al parecer, además de dejar abruptamente esta vida debido a un microscópico enemigo, lo haremos tanto o más solos de como vinimos al mundo: sin besos, caricias o abrazos.
Mientras manoseadas profecías apocalípticas parecen materializarse apenas despunta la primera década del nuevo siglo, dueños de laboratorios y cadenas farmacéuticas se frotan las manos -con alcohol desinfectante, por cierto- dado el notorio incremento en las ventas de antivirales, guantes y otras pócima salvadoras, las que, no obstante, no curan uno de los efectos colaterales de esta desgracia humana: la desconfianza planetaria en contra de gobiernos, instituciones y autoridades es tan alarmante como la pandemia misma, pues ya surgen voces y se elevan protestas, a la vez que se barajan todo tipo de hipótesis acerca del origen de tan temida patología, y dedos acusadores apuntan a experimentos bacteriológicos en secretas instalaciones militares coludidas con gobiernos y laboratorios; trasnacionales que siembran semillas transgénicas por doquier y la concreción de un gobierno mundial que borre de la faz de la tierra aspiraciones legítimas de la sociedad civil que aboga por un mundo a escala humana, en donde la tolerancia, el respeto, la diversidad y el derecho a la autodeterminación de los pueblos reemplacen el lucro, el consumismo y el neoliberalismo, causantes de tantas tragedias.

No hay comentarios: