viernes, 10 de diciembre de 2010

El silencio de los inocentes

En una arremetida sin parangón en la historia reciente, los medios de comunicación al servicio del poder, así como gobiernos de la mano de grandes empresas y conglomerados, silencian, invisibilizan y hasta encarcelan a quienes pretenden hacer oir una voz disidente en el ruido global, y ofrecen amplia tribuna a quienes son funcionales o bien no representan mayor peligro para el estado de las cosas o las cosas del Estado.
En España, fuerzas retrógradas cuyos orígenes se remontan a lo peor del franquismo, han perseguido sin descanso al juez Baltazar Garzón, símbolo de la justicia universal por los derechos humanos. Oscuros poderes a uno y otro lado del charco no podían perdonar que criminales latinoamericanos de uniforme pagaran con cárcel las violaciones perpetradas durante las dictaduras en Chile, Argentina o Uruguay. Tampoco aquellos que reivindican nacionalismos a ultranza, como algunos sectores vinculados a ETA, dejaron pasar la oportunidad, y lanzaron sus dardos en contra del magistrado andaluz. Allí habría que desempolvar las páginas de las “Brigadas Rojas” y el magnicidio, en la década de los años setenta, de Aldo Moro, en Italia, oportunidad en que la mano de la CIA y la inteligencia de Roma estuvo detrás. La infiltración en determinados grupos hizo lo suyo, y el costo lo pagó caro el movimiento obrero europeo.
En un caso más reciente, Julian Assange, periodista australiano, creador de Wikileaks, quien denunció e hizo públicos documentos del Departamento de Estado norteamericano, fue objeto de una cacería internacional por parte de Interpol y de las agencias secretas de muchos países. Luego de acusaciones por presuntos delitos de connotación sexual que habrían tenido lugar en Estocolmo, Suecia,  Assange fue detenido en Londres, su página boicoteada y sus cuentas cerradas. Assange ariesga pena de prisión –si es que no lo asesinan antes- de ser extraditado al país nórdico, el mismo que aún no resuelve, tras 24 años, el asesinato de Olof Palme, ministo socialdemócrata que estuvo, hasta su muerte, un 28 de febrero de 1986, en la mira de la seguridad norteamericana por su abierto rechazo a la guerra de Vietnam.

Mientras ello sucede, en Oslo, capital de Noruega, una silla vacía espera a Liu Xiaobo, Premio Nóbel de la Paz, intelectual prisionero por el gigante asiático que crece al 10 por ciento, sirviendo como salvavidas económico en medio del tormentoso océano de una crisis financiera internacional creada por especuladores, la banca mundial y la codicia.

Pocos países osan contradecir a los hijos de aquella Revolución Cultural que realizaron la Gran Marcha en los sesenta y que hoy devino en capitalista, pues con cientos de millones trabajando por dos dólares diarios y una ración de arroz, sin leyes laborales ni sindicatos, las usinas norteamericanas y europeas pueden cerrar sus puertas en Detroit, Milán o San Sebastián para abaratar costos de producción y continuar engrosando los bolsillos de multimillonarios, sin contrapeso.

Por su parte, los diarios y canales de televisión con su periodismo obsecuente, invisibilizan luchas por derechos civiles, laborales y étnicos, y resaltan los escritos de Yoani Sánchez, bloguera cubana que, estando en su derecho de disentir y criticar, es alzada en hombros por medios de comunicación con sede en Miami, tal como sucede en Chile con el extinto fundador de la Universidad Santo Tomás, Gerardo Rocha, amigo de la dictadura de Pinochet y celópata que asesinó a un notario acompañado de sicarios y a quien diarios y empresarios locales rindieron recientemente homenaje.

La prensa oficialista chilena acalla lo ocurrido en Rapa Nui, o Isla de Pascua; ignoró por meses la huelga de hambre de comuneros Mapuche y la brutal represión en su contra, estimuló la detención de jóvenes acusados de actividades terroristas, como en el denominado “caso bombas”, y que hoy están tras las rejas sin pruebas en su contra, festinó con la aprehensión de Saif Khan, estudiante pakistaní sindicado como integrante de una red musulmana que impondría la “Yihad” en este país a punta de bombazos. Una vez liberado, esos mismos medios de comunicación no dedican una sóla línea para exigir del gobierno y de las autoridades judiciales una disculpa ni aclaración de los hechos.

Durante algunos años, América Latina y buena parte del mundo creyó ver un atisbo de justicia en el horizonte con el Tribunal Penal Internacional, TPI, las políticas basadas en el Comercio Justo y la solidaridad entre los pueblos, pero más bien fue un espejismo, pues Estados Unidos, que se opone firmemente al TPI, mostró sus garras e impuso a los Berlusconi, los Sarkozy, los Piñera y tanto otro sátrapa que continuará sirviendo a los designios del mercado, mientras ls grandes masas ignorantes e ignoradas bailan al ritmo del poderoso, agachan la cabeza y se dejan guiar de la mano hacia el despeñadero de la dignidad.









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