Luego de un lamentable accidente que costó la vida a una madre y su hija, ambas muertas por una jauría de perros en una parcela en las afueras de Santiago, se han elevado voces exigiendo distintas medidas para evitar la repetición de tan trágico hecho. Entre las propuestas, llama la atención que, una vez más, la “solución” sea el exterminio masivo de perros abandonados. En ese contexto, desconocidos ya comenzaron con tal barbarie en la capital y regiones, envenenando canes y dejando los cadáveres dispersos en carreteras y quebradas.
Muy lejos de ser una solución la matanza indiscriminada de animales abandonados, sería una muestra de primitivismo, de la escasa capacidad social de crear espacios destinados a ese tipo de gatos y perros mientras se encuentre quien los adopte, tal como se hace en otras latitudes.
En debates al interior de la Cámara de Diputados y del ministerio de Salud, se señala que Santiago necesitaría de caniles gigantescos con capacidad para 2 millones de perros, cuyo costo anual implicaría una enorme carga para el Estado. También la eutanasia, que significa “buen morir”, ha sido considerada, en casos específicos de mascotas enfermas.
Chile, al igual que gran parte de América Latina, debe lidiar con este y otros problemas por diferentes razones, aunque una de ellas es la falta de educación, de responsabilidad individual y social y de cultura, ya que no son los animales los responsables de la situación en comento sino que aquellas personas que los abandonan a su suerte. Un animal que recibe atención y cariño jamás es agresivo.
Existen comunas donde sus respectivos alcaldes han optado por la educación a la población, comenzando en laas escuelas, y la esterilización programada, además de crear una legislación municipal que especifique los derechos de las mascotas y las responsabilidades de sus dueños.
En ese sentido, se optó por la educación y la información durante algunas semanas para luego iniciar la esterilización, mientras inspectores municipales cursaban multas a quienes abandonaran animales o los alimentaran en las calles con la consiguiente proliferación de ratones.
Las medidas han sido exitosas y se nota una disminución de mascotas que pululan por las calles y avenidas; las personas están informadas y adoptan aquellos animales sin dueño que la propia municipalidad mantiene, con aporte de empresas privadas que tributan en la comuna, caniles atendidos por profesionales locales.
La matanza de perros y el maltrato animal reflejarían también lo que somos como sociedad, de cómo enfrentamos las dificultades y qué importancia o no les damos a nuestros hermanos menores, pues en definitiva cada organismo vivo sobre el planeta debe ser tan respetado como el resto en esa cadena de la cual los humanos también formamos parte.
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