jueves, 30 de septiembre de 2010

¡Marichiweu…!, pero con perros y todo

Más de 21 días en huelga de hambre en distintas cárceles del país llevan comuneros mapuche que reclaman, entre otras cosas, derechos ancestrales usurpados por el Estado chileno, latifundistas nacionales y extranjeros y empresas. Por tal razón, el día de ayer lunes 2 de agosto, se realizaron jornadas de apoyo a esos comuneros, principalmente en Santiago, Valdivia, Temuco, Concepción y también en Valparaíso.

En las calles del puerto, la cita fue convocada a las 18.30 horas, y pasadas las 19 horas comenzó a reunirse un pequeño grupo de manifestantes en la plaza Victoria. Al parecer, somos ingleses para algunas cosas nomás, no para cumplir horarios. Pero en fín, igual comenzó la marcha por Pedro Montt bajo un viento y frío que obligaba a caminar juntitos para allegar calor. Unas trescientas personas llegamos hasta las inmediaciones del Congreso Nacional, es decir, poquito antes, pues la autoridad policial, desde hace tiempo, instaló un límite a unas cuadras del elefante blanco para evitar que a los y las “honorables” se les recuerde que no representan a nadie más que a sus intereses particulares, de grupo y/o partido.

Quienes acudimos, éramos un variopinto grupo de personas de distintas edades, sexo, colores e ideologías, resguardados durante todo el trayecto por unos veinte policías de uniforme –algunos sapos habría también, pero no logré identificar a ninguno-, además de al menos 10 perros que, alegres y chillones, se sumaron a la protesta. Esos canes, estoy seguro, son los más ideologizados del planeta, pues participan de cada marcha, protesta y asamblea callejera que se realice en Valparaíso. Al parecer, no son sectarios, pues les he visto junto a los pescadores artesanales, a los estudiantes, a los periodistas despedidos de medios de la zona, a profesores y profesoras; a trabajadores en general y hasta desfilando, moviendo la colita, cuando esposas de carabineros con menos grados que ponche de cumpleaño evangélico, reclamaron sus derechos y fueron reprimidas brutalmente por los jefes de sus maridos.

Como decía, pese al frío reinante, marchamos y gritamos consignas, algunas mejores que otras; pocas, en todo caso. No sabría decir si por sequía creativa o porque la causa Mapuche no rima con el castellano.

Entre quienes fuimos, había -como suele ser- una decena de punkies y anarquistas; todos jóvenes, los cuales, desafiantes, gritaban a todo pulmón a centímetros del carabinero que iba escoltándolos.

Al llegar al punto donde terminaría el encuentro, una compañera que se identificó como de la etnia Huilliche realizó un discurso alusivo a la jornada, recordando a los weichafe caídos los últimos años en la lucha reivindicativa. En una suerte de abanico, rodeamos a la compañera para oir mejor sus palabras. La mayoría de los que estaban más cerca de la oradora eran esos jóvenes anarquistas y punkies.

La mujer Huilliche –flanqueada por al menos 3 mujeres adultas y niños mapuche, a juzgar por el atuendo, invitó a quienes quisieran a expresarse en torno al tema convocante. Entre la multitud, una voz pidió la palabra. Era un señor de algo más de 50 años que se presentó como miembro de una coordinadora Mapuche de Quilpué, ciudad al interior de la quinta región. Comenzó a hablar en Mapudungún. Aplaudieron los punkies. Nombró a los caídos y la urgencia histórica de recuperar tierras y ocupar fundos. Más aplausos y consigas a favor provinieron del grupo anarquista. Invitó a los jóvenes a sumarse a la lucha: como respuesta, el eslogan ácrata se oyó con fuerza: “¡ A destruir, toda autoridad, para que los Peñis vivan en paz”!. El orador quilpueíno, defensor de la tierra, de los organismos vivos, plantas, naturaleza y especies, se sintió ufano. Siguió hablando hasta que un perro intentó zanjar viejas disputas –ideológicas tal vez- con otro quiltro, y se armó la típica-casi patrimonionacionalpeleacallejera de perros-.

El representante de la organización Mapuche de Quilpué, exasperado, quizá porque la atención se la llevó la pela de canes, pateó a uno de los contrincantes para terminar el duelo y seguir hablando. Crasso error. Uno de los jóvenes punkies, que llevaba la voz cantante en las consignas pro Mapuche, antipako y anti Estado, saltó como un resorte: “¿qué te pasa con el perro, viejo, hueón..” . Llamó a los perritos, que le siguieron, y abandonó el mítin.

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