jueves, 9 de diciembre de 2010

La partida de un cómplice



No podría haber sido de otra forma: el corazón del profesor Jaime Contreras dejó de latir en uno de los lugares donde latía con más fuerza: el aula de su universidad, rodeado de sus alumnos, colegas y amigos, y fue sepultado en el cementerio 3 de Playa Ancha, en Valparaíso, justo cuando el pueblo cristiano concurría en masa al Santuario de Lo Vásquez.

Porque este maestro, formador de generaciones y alfarero de la conciencia social, siempre consideró importante conjugar las voluntades del pueblo cristiano y el pueblo marxista en aras de una sociedad más justa. No por nada, quienes le acompañaron ayer a su última morada recordaron aquello de “codo a codo y mano a mano, trabajadores marxistas, trabajadores cristianos”.

El destino quiso también que, el día de su funeral, Chile fuese golpeado por otra tragedia: 81 reos morían calcinados en el penal de San Miguel, en Santiago. Si Jaime hubiese vivido al menos un día más, su voz también se hubiese alzado en contra del hacinamiento, las pésimas condiciones de reclusión en que viven más de 55 mil chilenos y chilenas, las injustas condenas de jóvenes que perdieron su vida tras las rejas por subsistir vendiendo cd:s pirateados en las calles de este país, o la prisión de un grupo de muchachos acusados en el denominado “Caso bombas”. Pero la muerte dijo otra cosa.

Colectivos de distintos tipos, representantes de la etnia Mapuche, estudiantes, colegas de la universidad y ex compañeros del Colegio Rubén Castro, así como miembros del Mpmr, el Mapu, Agrupaciones de Derechos Humanos y Amigos de Miguel Woodward, entre otros, acompañaron el féretro y a Miriam, la viuda de Jaime Contreras, quien aferraba la mano de uno de los hijos de la pareja, pues el otro hijo, su esposa y nieta están en España.

Bajo el sol del feriado de ayer, y teniendo al mar como telón de fondo, hubo discursos y cánticos, muestras de afecto, solidaridad y lágrimas, pero también ese sentirnos unidos en la memoria de quien nos antecede en el último viaje, en la partida de otro militante de la vida.

Miriam, su compañera, reveló que, entre tanto ajetreo diario, destinaban un tiempo para ellos, pasadas las 11 de la noche, momento de lectura poética, conversación íntima, disfrutar de alguna película o documental. Esa complicidad que implica entre dos personas un vínculo a prueba de todo.

El profesor Contreras fue también cómplice de muchas causas; de sus alumnos y amigos. Un amante de la vida y de las cosas simples, como el disfrazarse para jugar con su nieta o entregar una palabra de aliento a quien la necesitara.

Hace tres meses, en septiembre, este profesor de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Valparaíso inició una huelga de hambre en solidaridad con comuneros mapuche encarcelados en distintos penales del país en demanda de derechos ancestrales arrebatados. En esa ocasión, emitió una declaración que debía ser esculpida en una roca firme junto a su tumba, y que representa su ser, su sentir por la causa de los pueblos originarios que Jaime hizo suya: “En mi calidad de trabajador profesional de la educación, no sólo encargado del saber y la educación entre los muros del aula, sino llamado al compromiso con las luchas de todos los trabajadores, de todos los pueblos indígenas de nuestra América, de todos los despojados de lo suyo y pisoteados por los soberbios y los poderosos; en calidad de agradecido, admirador y enamorado del pueblo Mapuche”.

No hay comentarios: