
El asesinato a sangre fría de Manuel Gutiérrez, un niño de 16 años de edad, a manos de Miguel Millacura, suboficial de Carabineros, durante protestas ciudadanas convocadas recientemente, devela cuán distintas son las visiones de sociedad, de convivencia y de país que tenemos chilenas y chilenos dependiendo de la óptica de cada cual.
La tragedia que enluta a una modesta familia había sido anunciada en encendidos discursos de autoridades civiles y policiales. En el primero de los casos, tanto Sebastián Piñera, actual inquilino de Palacio, así como su ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, y el subsecretario de la misma cartera, Rodrigo Ubilla, además de Andrés Chadwick, vocero UDI, habían señalado a los cuatro vientos que el “violentismo, los encapuchados, los hijos de hogares mal constituidos o huachos (en palabras de Lobos, intendente de la región del
Bío Bío), eran los causantes de tanto vandalismo, saqueos y desmanes conducentes, tarde o temprano, a un desenlace fatal”. Pues bien: hasta ahora, desde el bullado “caso bombas”, pasando por Saif Khan, ciudadano pakistaní ilegalmente detenido y erróneamente acusado de portar trazas de explosivos cuando ingresó a la embajada de Estados Unidos para realizar trámites consulares, ningún policía ha sido asesinado por aquellas personas sindicadas como terroristas por las autoridades en comento. Las únicas víctimas, además de Manuel, han sido jóvenes que, al manipular bombas caseras, han resultado lesionados, y uno de ellos, muerto.